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Tras un huracán, unos monos belicosos se volvieron más amables

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El huracán María causó una devastación generalizada en el Caribe, no solo para las personas, sino también para la vida silvestre. Cinco años después de la tormenta, algunos de los efectos aun persisten.

Cayo Santiago, una pequeña isla frente a la costa sureste de Puerto Rico, es un buen ejemplo. De la noche a la mañana pasó de ser un exuberante oasis selvático a un desierto de arena con árboles en su mayoría esqueléticos.

Esto supuso un gran problema para los macacos de la isla. Los monos dependen de la sombra para mantenerse frescos en el calor tropical del día, pero, al acabar con los árboles, la tormenta había hecho que ese recurso escaseara.

Los macacos Rhesus son conocidos por ser unos de los primates más pendencieros del planeta, con estrictas jerarquías sociales que se mantienen mediante la agresión y la competición. Así que lo lógico sería que se desatara una batalla campal simiesca por las pocas áreas de sombra que quedan en la isla.

Pero no fue así. En lugar de eso, los macacos hicieron algo aparentemente inexplicable: empezaron a llevarse bien.

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